Thursday, January 6, 2011

El Durazno

Quien lo iba a decir, era verdad entonces…las flores florecen cuanto tienen que florecer. No hay manera que un durazno, por más durazno que este fuera, abra jugoso los pétalos de sus ramas en invierno. Menos aun cuando se le taladra a gritos la esperanza por sus frutos…
Mas una vez en verano, el durazno colgando sus carnes se vuelve sorpresivamente de verde a maduro. Y en el inevitablemente camino de su madurez, siempre hay días de hielo, días de tibieza y días calurosos.
Los de hielo se vuelven pesados, cae la lluvia y golpea el pobre durazno que se pasea con el viento al antojo de los cielos. Parecen eternos, el durazno se vuelvo inofensivo y munúsculo. Se mezclan las lágrimas de sus pétalos con la corriente de las nubes y golpea aun más fuerte su vida y sus delirios. Sin embargo el viento y el agua hacen de este durazno un durazno entero. Se agarra más de su núcleo y abraza con más fuerzas las ramas congeladas.
Los días tibios son sus preferidos, abre su piel sin tímidos recovecos y hasta se encacharpalla moviéndole sus hojas a cualquiera durazna que inquieta se le queda viendo medio acomplejada.
Los días calurosos son un descalabre, los duraznos explotan del calor, las ramas adoloridas por la holgazanería se descuidan de sus duraznos y dejan de contemplar el amor que un día profesaron. Entonces el durazno sin esperanzas se desanima, se desgasta, su piel se vuelve agua y las fuerzas de sus tallos se desentonan…el durazno cae al piso roído de una pelea que termino sin el regazo de su nido.
Mas el durazno no ha caído en vano…el pájaro que canta siguió su recorrido, picoteó hasta la semilla y de él otro durazno abrazó la tierra e hizo de ella su nueva esperanza.

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